El hombre es un ser complejo, sorprendente.
Frecuentemente insatisfecho con el mundo y la vida. Quizá porque
su vida y su mundo no dan todo lo que él espera.
O sí pero no supo verlo; y lo añora. Entonces la vida no es
dicha sino melancolía. Echa de menos lo que fue o pudo haber sido y pierde la oportunidad de construir un futuro grande con lo que hay a la mano.
Algo de esto le entiendo a Houellebecq cuando uno de sus
personajes
«encontró una foto tomada en su escuela primaria de Charny; y se echó a llorar. El niño, sentado ante el pupitre, tenía un libro de clase abierto en las manos. Miraba al espectador sonriendo, lleno de alegría y valor; y este niño, por incomprensible que pareciese, era él»,
Houellebecq, Las partículas
elementales, I, 3
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