Vivimos tiempos extraños.
Occidente
ha alcanzado unos niveles de libertad y prosperidad inéditos en la historia de
la humanidad.
El
hombre occidental no parece contento con estos logros.
Algo de esto le entiendo a Houellebecq cuando escribe con tono retrospectivo que nuestros contemporáneos se pasaron «la vida en medio de la soledad y la amargura. Los sentimientos de amor, ternura y fraternidad humana habían desaparecido en gran medida; en sus relaciones mutuas, […] casi siempre daban muestras de indiferencia, e incluso de crueldad»,
Houellebecq, Las partículas elementales, Prólogo.
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