Estamos hechos para triunfar y disfrutar. Necesitamos encontrar el ámbito que se nos da bien, y celebrarlo.
Algo de
esto le ocurre al personaje de Houellebecq, si lo entiendo bien:
«El universo humano —empezaba a darse cuenta— era decepcionante, lleno de angustia y de amargura. Las ecuaciones matemáticas le daban una íntima y serena alegría. Avanzaba en penumbra, y de pronto encontraba una salida»,
Houellebecq, Las partículas elementales, I, 11.
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