sábado, 1 de junio de 2013

El interino, la niña bonita y la isla de Laputa



Ayer (31 de mayo de 2013) el Consejo de Gobierno de la Región de Murcia aprobó el nuevo acuerdo de interinos. Supone una indudable mejora respecto al que había. Es una apuesta por la calidad de la enseñanza y, por tanto, un paso en la dirección adecuada.
En febrero publiqué un artículo que daba cuenta del comienzo de la transformación, los agentes que intervenían y sus respectivos talantes. No todos, que luego se ha sumado más gente.
Por si interesa, coloco en mi blog este viejo artículo.
Para los que leéis desde fuera de Murcia: “La Merced” es una de las sedes de la Universidad de Murcia.




El interino, la niña bonita y la isla de Laputa




Están a la gresca. Hace tiempo, la verdad. Pero últimamente parece querer desbordarse.

En una reciente emisión de Radio Online Murcia el tema de la tertulia eran las oposiciones a la enseñanza. Participan la presidenta de una Federación de padres de alumnos, un sindicalista, la presidenta de la Sociedad de filosofía de la región de Murcia (en paro tras obtener en la oposición la máxima calificación por sus conocimientos) y la presidenta de la Federación mayoritaria de alumnos (Feremur).

La presidenta de Feremur es estudiante, alumna de Derecho. No es la única con estudios de Derecho, también afirma tenerlos el sindicalista que defiende nítidamente los intereses de los interinos.

Uno se pregunta qué pinta una estudiante debatiendo sobre el sistema de oposiciones. Pilar, que así se llama la presidenta, lo explica. Realmente le afecta más que a ningún otro tertuliano. Más que a la presidenta de la federación de padres, que declara no tener otro interés que conseguir que se convoquen más plazas, que haya menos recortes. Más que el sindicalista cuyo sindicato denunció a la Comunidad de Madrid por convocar unas oposiciones en las que “primaban los conocimientos” de los opositores (algo así como si en unas oposiciones a médico se primaran los conocimientos de medicina frente a la simpatía o la capacidad de blanquear las batas). Más, incluso que la pobre filósofa en paro que no veía justo que interinos que no habían logrado obtener un mísero aprobado en conocimientos estuviesen trabajando (algunos ya con su plaza de funcionario de por vida), mientras que ella sigue preparando oposiciones habiendo obtenido la máxima nota.

La presidenta de Feremur consigue convencer a quien quiera escucharla de que ella tiene más interés en el asunto que el resto y, por tanto, al menos tanto derecho como los demás a exponer sus argumentos. Su interés deriva de una doble vía. Por una parte, los alumnos, representados en Feremur, son quienes recibirán las enseñanzas de los profesores que obtengan plaza y si esos profesores son los mejores, la enseñanza será la mejor (y con el mismo coste, que el buen y el mal profesor cobran lo mismo). En segundo término, ocurre que hay alumnos universitarios, representados también en Feremur, que aspiran a enseñar lo que ahora están estudiando, aspiran a ser profesores de matemáticas, lengua o historia. Pero si las oposiciones privilegian, como hacen las actuales (sí, esas que dejan en el paro a la número uno en filosofía y dan la plaza a otro con un suspenso) a quienes ya están, los jóvenes universitarios irán necesariamente al limbo del paro. Y eso independientemente de que sean torpes o genios: no tienen ninguna opción. Salvo que Laputa se digne atender a la realidad. Me refiero a Laputa, la isla flotante descrita por Swift al relatar los viajes de Gulliver.

Poco después de la emisión radiofónica, el correo electrónico de Feremur recibe el siguiente mensaje, que copio literalmente sin ahorrar errores ni horrores: “No os lo voy a repetir ni una vez mas: dejarnos a los interinos en paz de una vez y retractaros de lo que dijisteis en la radio o vais a sufrir las consecuencias, es el primer y ultimo aviso. Teneis hasta mañana si no quereis que la cara redonda de vuestra querida Jimenez Losantos acabe estampada contra el suelo de la merced. Y pobre de vosotros como le enseñeis esto a alguien, por que entonces seran las piernas y no la cara lo que acabe roto. FACHAS HIJOS DE PUTA”.

Mala suerte para este interino, y no porque sean 13 (que son más) las patadas que da al diccionario y la gramática española. Reclama, quizá, su derecho a enseñar Lengua porque mientras otros pierden el tiempo estudiando, por ejemplo, las reglas de acentuación o la diferencia entre el infinitivo (“dejar-nos”) y el imperativo (“dejad-nos”), él dedica sus esfuerzos a enseñar a los niños (a saber qué; gramática, no ¿serán competencias?, ¿serán valores? Tiene que ser algo así.). Mala suerte, digo, porque la niña bonita de cara redonda “tiene estudios de Derecho” y, en vez de acobardarse, ha difundido el correo y lo ha puesto en conocimiento de la policía. Por si alguien tiene que hacer algo.

Laputa. Nuestro interino habrá pensado que este modesto articulista ha sumado una grosería al error de fundir un sustantivo y un artículo. Pero quienes nos educamos antes de que se iniciara la destrucción de la enseñanza que algunos intentan perpetuar sabemos que Gulliver realiza diversos viajes. Se mueve entre enanitos en Liliput, entre gigantes en  Brobdingnag. Y en Laputa conoce a unos seres que viven literalmente en las nubes, sin pisar para nada la realidad a la que dominan con sus leyes y su saber superior. Los laputianos son tan listos, tan excelentes, que no tienen tiempo para las miserias materiales. No se sienten aludidos cuando sus mujeres descienden a tierra firme para cometer adulterio, por ejemplo. Su saber superior no puede sentirse afectado por esos pequeños detalles.

Los laputianos, desde la nube, organizan la realidad, la tierra firme de la que extraen su riqueza. El único problema en ese mundo perfecto de Laputa es que no son capaces de ver lo que está pasando: organizan una realidad que desconocen. Tienen los laputianos, para eso, necesidad de un asistente que de vez en cuando les propine un a modo de colleja y les haga centrarse. Algo así como una niña bonita de cara redonda que les recordase a los responsables de educación para qué se realizan las oposiciones. Quizá para conseguir que los mejores se encarguen de formar a las nuevas generaciones.

Podría decirse que esto de Gulliver es una fábula de gigantes, enanos, laputianos y otros seres curiosos. Como la fábula aquella de la niña bonita de cara redonda que tuvo que aguantar insultos y amenazas, aunque ahí no hay mucha duda sobre quién es el enano y quién posee la grandeza de decir que el rey está desnudo o de hablar de realidad en la isla de Laputa.

Ya sin fábulas. Enhorabuena a Feremur en general y a su presidenta en particular. Por vuestras ideas y por vuestro talante. Por vuestra valentía al apostar, contracorriente, por una educación de calidad. Seguid así.
 

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