Tras haber relatado el mito de Theuth, el dios egipcio
inventor de las letras, Socrátes se dirige a Fedro con estas palabras: «según
se dice que se decía en el templo de Zeus de Dodona, las primeras palabras
proféticas provenían de una encina. Pues los hombres de entonces, como no eran
sabios como vosotros los modernos, tenían tal ingenuidad que se conformaban con
oír a una encina o a una roca, sólo con que dijesen la verdad. Sin embargo,
para vosotros la cosa es diferente, según quién sea el que hable y de dónde.
Pues no os fijáis únicamente en si lo que dice es así o de otra manera». ¡Qué
ingenuos aparecen los antiguos ante los avispadillos modernos! Porque no es lo
mismo que los recortes los haga mi partido que el contrario, no. Ni que sea de
los míos o de los otros quien dice que la enseñanza está hecha unos zorros.
Es lo que tiene el invento de Theuth. Porque hay,
fundamentalmente, dos formas de leer un texto. En una de ellas el lector se
esfuerza por desentrañar el contenido del escrito, qué ideas se defienden, si
se transmiten como mera afirmación o como fruto de una argumentación y
cuestiones de ese tipo. Hay otro modo de lectura en la que el texto aparece
como mera excusa, como pretexto, para exhibir los prejuicios del lector: al
final (e incluso desde el principio) no sabemos apenas nada del texto, pero a
cambio aprendemos mucho sobre el presunto lector.
Que quienes dicen a los cuatro vientos que no cumplirán una
sola ley que les impida seguir represaliando a quienes usan el español en
España achaquen a Wert que ataca el catalán, no dice nada de la Lomce. Y nada nuevo sobre ellos. Claro que
si la ley molesta a estos totalitarios, el lector inteligente podría concluir
que, al menos en ese punto, la Lomce no
tiene que estar mal del todo. Luego siempre queda la posibilidad de leerla para
comprobar o refutar la hipótesis.
Como en estas latitudes no estamos preocupados por la
imposición del panocho, vemos con claridad lo que en otros lugares es motivo de
crispación. Aquí tenemos nuestro panocho y nuestro saleroso Murcianicostyle que no es nada coercitivo.
De la batalla lingüística nos libramos, otra es la cruz que nos ha tocado y no
me refiero a la batalla de las flores precisamente.
A título de ejemplo, leo sobre el pacto secreto (de todos
conocido, como corresponde a este tipo de alianzas) entre los sectores más
hiperreacccionarios turboconservadores y ultracatólicos del PP con la Iglesia
¿Y qué ha maquinado esa confabulación otrora judeomasónicabolchevique? Reponer
la religión, imponer el adoctrinamiento a las tiernas criaturas. Y, claro, como
la izquierda es una religión que aspira al monopolio de los espíritus ha
reaccionado con virulencia, como podemos ver en la prensa que alimenta las
pulsiones de su dócil y vociferante feligresía. ¿Qué nos dice esta reacción
ante la ley? Lo que nos decía sobre los nacionalistas: que los tres tristes
progres que manejan el cotarro siempre andan arrastrando un agudo resentimiento
heredado de los tiempos en que paseaban faldón por la sacristía.
¿Qué nos dice de la ley de la asignatura de religión? Me
refiero a la asignatura aquella que colocó en el sistema el Psoe de Rubalcaba (no el preclaro líder
que hoy dirige a sus muchachos de derrota en derrota hasta la victoria final,
sino al ministro de educación que nos endilgó la Logse) y no tocó el laicismo del Psoe de Zapatero (al que esta misma muchachada Progrestyle que ahora acosa a Wert lo
puso con sus votos a montar la zapatiesta). Si alguien se tomarse la molestia
de leer el anteproyecto de ley podría comprobar que la asignatura de religión
¡no se mueve! Ni gana ni pierde. ¿Entonces? ¿A qué viene la pataleta? ¿A qué
viene montar en cólera a favor de la calidad de enseñanza que lleva décadas
degradándose? ¿Por qué ahora?
Soy profesor de filosofía. He firmado contra un punto de la Lomce, el que perjudica a mi gremio y,
pienso, también a los alumnos. Dicho esto y leído el segundo borrador, me
parece una ley fantástica. Tiene alguna pedabobada: no es perfecta. Pero
incorpora elementos suficientes para que pueda remontar la enseñanza. Faltaría
que quienes tienen que llevar a cabo la última concreción en las Consejerías y
en los centros escolares tuviesen ideas claras y coraje. Inteligentes y
valientes: no sé si es mucho pedir pero entre tanto tonto, cobarde y avispadillo,
a lo mejor hay alguien listo y capaz de tomar la decisión oportuna; y, por otra
parte, me temo que la panda progrestyle cuenta con que, si cae Wert, en el PP no quedarán ya audacia
ni ingenio y que podrán seguir mareando con su the show must go on, ¡qué siga la mascarada!
Al tiempo.
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