sábado, 22 de junio de 2013

Wert, el osado


Tras haber relatado el mito de Theuth, el dios egipcio inventor de las letras, Socrátes se dirige a Fedro con estas palabras: «según se dice que se decía en el templo de Zeus de Dodona, las primeras palabras proféticas provenían de una encina. Pues los hombres de entonces, como no eran sabios como vosotros los modernos, tenían tal ingenuidad que se conformaban con oír a una encina o a una roca, sólo con que dijesen la verdad. Sin embargo, para vosotros la cosa es diferente, según quién sea el que hable y de dónde. Pues no os fijáis únicamente en si lo que dice es así o de otra manera». ¡Qué ingenuos aparecen los antiguos ante los avispadillos modernos! Porque no es lo mismo que los recortes los haga mi partido que el contrario, no. Ni que sea de los míos o de los otros quien dice que la enseñanza está hecha unos zorros.

Es lo que tiene el invento de Theuth. Porque hay, fundamentalmente, dos formas de leer un texto. En una de ellas el lector se esfuerza por desentrañar el contenido del escrito, qué ideas se defienden, si se transmiten como mera afirmación o como fruto de una argumentación y cuestiones de ese tipo. Hay otro modo de lectura en la que el texto aparece como mera excusa, como pretexto, para exhibir los prejuicios del lector: al final (e incluso desde el principio) no sabemos apenas nada del texto, pero a cambio aprendemos mucho sobre el presunto lector.

Que quienes dicen a los cuatro vientos que no cumplirán una sola ley que les impida seguir represaliando a quienes usan el español en España achaquen a Wert que ataca el catalán, no dice nada de la Lomce. Y nada nuevo sobre ellos. Claro que si la ley molesta a estos totalitarios, el lector inteligente podría concluir que, al menos en ese punto, la Lomce no tiene que estar mal del todo. Luego siempre queda la posibilidad de leerla para comprobar o refutar la hipótesis.

Como en estas latitudes no estamos preocupados por la imposición del panocho, vemos con claridad lo que en otros lugares es motivo de crispación. Aquí tenemos nuestro panocho y nuestro saleroso Murcianicostyle que no es nada coercitivo. De la batalla lingüística nos libramos, otra es la cruz que nos ha tocado y no me refiero a la batalla de las flores precisamente.

A título de ejemplo, leo sobre el pacto secreto (de todos conocido, como corresponde a este tipo de alianzas) entre los sectores más hiperreacccionarios turboconservadores y ultracatólicos del PP con la Iglesia ¿Y qué ha maquinado esa confabulación otrora judeomasónicabolchevique? Reponer la religión, imponer el adoctrinamiento a las tiernas criaturas. Y, claro, como la izquierda es una religión que aspira al monopolio de los espíritus ha reaccionado con virulencia, como podemos ver en la prensa que alimenta las pulsiones de su dócil y vociferante feligresía. ¿Qué nos dice esta reacción ante la ley? Lo que nos decía sobre los nacionalistas: que los tres tristes progres que manejan el cotarro siempre andan arrastrando un agudo resentimiento heredado de los tiempos en que paseaban faldón por la sacristía.

¿Qué nos dice de la ley de la asignatura de religión? Me refiero a la asignatura aquella que colocó en el sistema el Psoe de Rubalcaba (no el preclaro líder que hoy dirige a sus muchachos de derrota en derrota hasta la victoria final, sino al ministro de educación que nos endilgó la Logse) y no tocó el laicismo del Psoe de Zapatero (al que esta misma muchachada Progrestyle que ahora acosa a Wert lo puso con sus votos a montar la zapatiesta). Si alguien se tomarse la molestia de leer el anteproyecto de ley podría comprobar que la asignatura de religión ¡no se mueve! Ni gana ni pierde. ¿Entonces? ¿A qué viene la pataleta? ¿A qué viene montar en cólera a favor de la calidad de enseñanza que lleva décadas degradándose? ¿Por qué ahora?

Soy profesor de filosofía. He firmado contra un punto de la Lomce, el que perjudica a mi gremio y, pienso, también a los alumnos. Dicho esto y leído el segundo borrador, me parece una ley fantástica. Tiene alguna pedabobada: no es perfecta. Pero incorpora elementos suficientes para que pueda remontar la enseñanza. Faltaría que quienes tienen que llevar a cabo la última concreción en las Consejerías y en los centros escolares tuviesen ideas claras y coraje. Inteligentes y valientes: no sé si es mucho pedir pero entre tanto tonto, cobarde y avispadillo, a lo mejor hay alguien listo y capaz de tomar la decisión oportuna; y, por otra parte, me temo que la panda progrestyle cuenta con que, si cae Wert, en el PP no quedarán ya audacia ni ingenio y que podrán seguir mareando con su the show must go on, ¡qué siga la mascarada!

Al tiempo.


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