El ministro de educación está resultando de todo menos
aburrido. Estrictamente no es que Wert sea divertido, porque en realidad lo que
dice no es para tanto. No se le ve el chiste a decir que el Estado va a
procurar que un alumno que desee estudiar en español en España pueda hacerlo.
Es verdad que, después de tanto tiempo de imposición del monopolio nacionalista,
es una novedad.
Lo que tiene guasa, y
no poca, es la bancada de enfrente. Porque claro, que Tomás Gómez un mes antes
de que acabase la ronda de consultas que abrió Wert sobre la reforma, antes de
que sistematizara las aportaciones de todo el que quiso hacerlas (entre otros, Ciudadanos para el progreso: y ahí, en
nuestro blog, están para el que quiera leerlas) y, por tanto, antes de que
hubiese un texto, ya supiera que la ley educativa más que una reforma era una
contrarreforma, tiene su gracia. Y es que con dotes de iluminado no hace falta
tomarse la molestia de leer el texto, sopesar las ideas ni minucias de ese
estilo. Basta saber que es una reforma del PP para endosarle un adjetivo
descalificativo, tildarlo de vuelta al franquismo y las siete plagas a lomos de
los cuatro caballos del Apocalipsis. En la más pura línea conocida entre
nosotros: ¿Pantano franquista? Bombas con él.
Previsible, por otra parte. La progresía a lo suyo: lanzar
consignas que dócilmente repite su sumisa y vociferante feligresía, producir
mitos que inundan su imaginación de bienpensantes, elaborar el opio de los
intelectuales panfletarios que mueven la huelga y la juerga, los encierros y
lutos de entierro. Porque de pensar un poco de qué se está hablando, nada.
Entre los múltiples bulos puestos en circulación me detengo
en la perla que se arrastra cansinamente por la célebre “comunidad educativa”:
ya hemos tenido bastantes leyes educativas: siete, como las plagas de Egipto
¡Basta ya de cambios, hombre! Que cada cambio de gobierno nos trae una nueva
ley y no hay manera de aclararse ¡Urge un pacto para hacer una ley que sea
fruto del consenso, que dé estabilidad al sistema!
Se transmiten así subrepticiamente dos falsedades a las que
quiero referirme: que ha habido muchas leyes educativas y, en segundo término,
cada una de ellas plasma una tendencia ideológica distinta. Ambas afirmaciones
son falsas: estrictamente, sólo ha habido una ley educativa (la Logse)
y ésta refleja la ideología del Psoe
que es, por tanto, el responsable del desastre educativo que padecemos.
Pero se dice que hay siete leyes, una por enanito de
Blancanieves. Y los nombres de los enanitos, clasificados por equipos son:
La Ucd (¿se acuerdan de la Ucd?)
en 1980 promulgó la Loece.
El psoe
promulgó la Lode (1985), la Logse (1990), la Lopeg (1995) y la Loe
(2006).
El PP promulgó la Loce
(2002) y, si lo dejan, promulgará la Lomce
(2012).
Esta lista contiene una estrella indiscutible, conocida por
todos los humoristas que ya no hacen chistes de Jaimito, sino de los
damnificados de la Logse, pobrecillos: ese modelo de burricie
que la izquierda insiste en denominar “generación más preparada de la historia”
dados los logros planetarios en materia educativa y laboral. Junto a la
estrella, la lista tiene también cartas marcadas.
La primera falsedad que transmite el camelo panfletario de
que hablamos es que a cada cambio de gobierno sucede un cambio de rumbo
ideológico en educación. En la lista anterior podemos ver que sólo tres no son
del Psoe: la Loece
(1980) es de la Ucd, la Loce
(2002) y la Lomce del PP. Hay que
recordar que la Loce del PP no llegó a
aplicarse pues cuando el psoe
llegó al poder en 2004 pactó consigo mismo un consenso para suprimirla, y así
lo hizo. De modo que, de las siete leyes, una ni siquiera llegó a estrenarse,
otra todavía no está escrita y la de la
Ucd dejaba
intacta la ley anterior, limitándose a regular el régimen jurídico de los
centros docentes.
Además, vamos por la segunda falsedad, no es lo mismo una
ley que estructura el sistema educativo (eliminando la EGB y el BUP e
instaurando la ESO y el Bachillerato, estableciendo que los alumnos de Primaria
sólo pueden repetir curso una vez porque lo importante es convivir y educarse
en valores y lo de menos es adquirir conocimientos) que una que regula la
creación y funciones de los consejos escolares o la gobernanza de los centros
educativos, pongamos por caso: estaríamos entonces mezclando churras con
merinas o jugando a la confusión. No: leyes que acometan una refundación a
fondo del sistema educativo sólo ha habido tres: Logse, Loce y Loe. De ellas, la Loce
del PP sólo ha influido porque la reposición de la Logse
que es la Loe incorporó la palabra “calidad” que la Loce
llevaba en su título; pero sólo la palabra.
Por tanto, sólo ha habido desde el año 1990 una ley que
estructure el sistema educativo español, ley que fue promulgada por el Psoe que es, por eso, responsable del
desastre educativo en el que nos encontramos.
Urge una reforma, una alternativa a esa ley nefasta que
pudre nuestro sistema educativo. Ojalá la Lomce
fuese esa reforma en profundidad que necesitamos, pero no parece. No es peor
que la Logse-Loe (eso es prácticamente imposible),
pero no es una apuesta decidida por la excelencia, aunque sí da tímidos pasos
en la dirección correcta: considera que es importante rendir cuentas, atender a
la transmisión de conocimientos (de ahí que impulse exámenes externos para
rendir cuentas de lo que aprenden los alumnos), restablecer la dignidad de los
profesores basada en la demostrada posesión de conocimientos en su ámbito técnico-profesional
y algún otro aspecto con el que apunta a salir de la situación de cola en todos
los informes internacionales sobre educación.
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