jueves, 25 de febrero de 2021

Cuando la naturaleza no es suficiente

 

Cuando la naturaleza no es suficiente

 

 


 

Historia de una gaviota y el gato… 02

 

 

Manuel Ballester

 

Kengah habla de su gusto por las banderas y los lenguajes humanos. Su compañera de vuelo saca la conclusión obvia: «lo más notable [de los hombres] es que a veces hasta consiguen entenderse».

Si el hombre, a diferencia del animal, descubre y nombra una gran riqueza en la realidad, en el mundo, es por dos motivos. En primer término, porque esa riqueza es algo real.

En segundo lugar, el ser humano tiene la capacidad de descubrirlo, nombrarlo, pensarlo; es decir, el hombre puede entender. Como puede ver y andar, lo cual no significa que todos los seres humanos vean, anden y entiendan perfectamente. Unos son atletas profesionales y otros andan renqueando, unos tienen una vista excelente y otros están cargados de dioptrías.

Pero el ser humano quiere ver, andar y entender: son actividades propiamente humanas, realizándolas llevamos a cabo acciones que nos proporcionan agrado en cuanto que sentimos que son algo que nos es profundamente propio. A veces entendemos fácil y directamente; otras, nos ayudamos de un ensayo; otras, de una novela o una fábula.

Las gaviotas entendieron perfectamente lo que sus guías le decían. Se sumergieron en el agua y «al salir a la superficie, cada gaviota sostenía un arenque en el pico». Porque, como ya dijimos, el lenguaje animal es preciso: un arenque es comida y se trataba de eso.

Se trata de alimentarse, recuperar fuerzas, integrarse como uno más en la bandada. Seguir las pautas de la naturaleza según las cuales las hembras «se entregarían a grandes festines de sardinas y calamares mientras los machos acomodarían los nidos al borde de un acantilado»; es un itinerario vital estupendo, su ciclo vital.

Pero a veces ocurre algo que interrumpe ese itinerario natural. Porque en la naturaleza también hay depredadores (la fábula sería otra si fuesen los arenques quienes hablaran, por ejemplo), hay accidentes, catástrofes…

Este capítulo acaba con la amenaza de un peligro que Kengah no ve venir. Estaba dando cuenta de otro arenque y «cuando Kengah sacó la cabeza del agua se vio sola en la inmensidad del océano».

La vida del animal es más fácil, ya lo hemos visto. Es más fácil porque su dinamismo natural está como guiado por los instintos y sentimientos, que son certeros. Pero, ¿qué ocurre cuando el itinerario se ve cercenado? ¿Tiene recursos para resistir, para salir adelante o, por el contrario, tanto ajustamiento a la naturaleza se convierte entonces en una imposibilidad de sobrevivir?

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