jueves, 11 de febrero de 2021

El narrador, la historia y el lector

 Sepúlveda, Historia de una gaviota y el gato que.... 0

   


 

El narrador, la historia y el lector

  

Luis Sepúlveda es un autor conocido.

Mis primeros contactos con él fueron Un viejo que leía novelas de amor e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar. Después leí más, bastante más.

Además de por su escritura, Sepúlveda es conocido por sus filiaciones políticas y su apoyo a determinadas causas. Esa singularidad le proporciona a él y a su obra adhesiones y rechazos por partes iguales. Así, por ejemplo, cuando considera que el Che es «el hombre más universal que ha dado América latina» (Patagonia express) o impulsa el esquema ideológicamente simplón que considera la bondad roussoniana y arcana sabiduría de los nobles hombres mapuche frente a la “manada del hombre” occidental (Un perro llamado Leal), que es torpe y malo hasta la crueldad y usa “armas de matar” (frente a los Mapuche o los partidarios del Che, que al parecer usan “armas de reanimar”, si se permite la ironía).

Como digo, hay en la obra de Sepúlveda innegables rasgos ideológicos que atraen o repelen a quienes sienten afinidad o rechazo por su visión del mundo, el puesto del hombre en el cosmos y su papel en la vida.

Pero no es menos cierto que su tono narrativo es correcto, sabe contar historias y lo hace bien. La Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar es una buena historia. A mi juicio, una historia que vale la pena contar a los Mapuches y a los hombres blancos. Todos disfrutaremos de esta bonita historia bien contada. Algunos, los que presten atención, quizá también aprendan algo. De la belleza del lenguaje y del mundo. Y de qué tiene que ver esa belleza con nuestras vidas.

La historia la cuenta Sepúlveda, sí. Quienes rechacen la ideología de Sepúlveda pueden olvidarse del escritor y centrarse en la historia. Porque aquí el narrador ha hecho como los shuar, esos indígenas amazónicos que «se alejan al finalizar una historia, evitando las preguntas engendradoras de mentiras» (Un viejo que leía novelas de amor). El narrador ha dejado ahí la historia y se ha alejado. Sólo queda la historia. Y el lector.

Como digo, me parece que la historia vale la pena. Por eso le he rendido el homenaje que, a mi juicio, merecen las buenas historias: releerla, leerla despacio y con esmero. Hace tiempo que desarrollé el hábito de escribir para fijar la atención, para entender mejor lo que leo, que es un modo de dialogar con la historia. Después de releer despacio esta historia de la gaviota y el gato me he encontrado con un material que quizá le agrade a alguien. Que quizá ayude a alguien.

Y he decidido dejarlo aquí. Con el lector. Por si interesa.

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