jueves, 4 de febrero de 2021

Perdón, de Javier Barraca

 


J. Barraca, Perdón, Ideas y Libros eds., Madrid, 2020

 

Manuel Ballester

 

 

Perdón es un libro de pequeño formato. Un primer vistazo anticipa una lectura rápida. Pero el tamaño no es criterio suficiente. Todo dependerá de qué tipo de obra tengamos en nuestras manos.

El currículo del autor nos muestra que Javier Barraca (1964) es Doctor en Derecho y en Filosofía y profesor de Filosofía en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid. Su producción bibliográfica se compone fundamentalmente de ensayos. Entonces la cosa podría cambiar porque un ensayo, aunque sea breve, no siempre es para tomárselo a la ligera.

La obra está relatada en primera persona. El narrador comienza diciendo que, a pesar de su natural repugnancia por ese tipo de actividades, se ha comprometido a realizar un “taller del perdón”. Ese acuerdo se le atraganta hasta el punto de anularlo. Lo rompe pero decide hacerlo por su cuenta. Y contarlo. El libro es el resultado.

Y eso pone al lector ante la tesitura de elegir (o averiguar) si está ante una obra de ficción intimista o, por el contrario, el autor comparte con nosotros sus vivencias y reflexiones.

A favor de la realidad del relato está que desfilan manifiesta o veladamente personas como el poeta Pedro Antonio Urbina o los filósofos Carlos Díaz y Alfonso López Quintás. Su memorable encuentro con el poeta, propiciado por las artes de una afectuosa madre, es debido al impulso poético del autor. Talante poético que rara vez deja desnudo un sustantivo. Por el contrario, juega con el adjetivo una y otra vez trayéndolo y llevándolo o haciéndonos sentir «los miles de granitos de luz que se escapan del sol».

Los capítulos son breves. Requieren poco tiempo de lectura, permiten amplios momentos de reflexión. Así ocurre, por ejemplo, cuando la madre del protagonista le muestra un álbum de fotografías. A la sucinta descripción de cada imagen sigue una rememoración de un instante privilegiado para abordar la cuestión del perdón. Aunque sigue latente si se trata de instantes vividos por el autor, no es menos cierto que el lector puede albergar en su memoria instantes paralelos, circunstancias similares, que quizá requieran ser visitados.

El perdón es asunto profundo y huidizo. No queda claro si se trata de perdonar a alguien o de perdonarse a sí mismo. O de todo a la vez. Se observa, eso sí, afán de radicalidad o, lo que es lo mismo, acaba enfrentándose a Dios mismo. Porque el autor nos muestra sucesos en la vida que han sido vividos con dramatismo. ¿Por qué ha permitido Dios que sucediese tal o cual desgracia? ¿Cómo perdonar a un Dios tan permisivo? Hay un ángulo desde el que Dios y el mal no se llevan bien del todo, como sabe la teodicea.

Perdón es palabra latina compuesta: Per-dón. “Per” es un prefijo que, en este caso, tiene una función intensificativa como ocurre, por ejemplo, en “per-durar” o “per-turbar”. Per-dón significa, pues, reiterar el don, volver a darlo.

¿Qué se da (de nuevo) cuando se perdona? Quizá algo que se había dado y que se ha roto o se ha perdido. Si podemos perdonarlo, a Dios podríamos darle de nuevo nuestra confianza. ¿Y a nosotros mismos, y a quienes nos han dañado involuntariamente?

El libro ofrece más relatos que respuestas pero podemos perdonarlo porque Barraca es poeta y filósofo. Es poeta pero sabe que en la vida “hay algo más importante que la poesía”; es filósofo pero sabe que “en el cielo y en la tierra hay más cosas que las que sueña la filosofía”.

 

Publicado en Letras de Parnaso, nº 66, p. 65:

 

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