Hablando del lenguaje
Manuel Ballester
El genial pueblo griego es la matriz de nuestra civilización.
Allí cuajó la idea de que el hombre es un ser vivo dotado de logos.
El logos, gran cosa. Lo ponemos como apellido de casi todo lo que hacemos con seriedad y rigor, ya sea uno un bió-logo o un psicó-logo y hasta un politó-logo o un teó-logo. El hombre es un ser vivo pero si en esa vida falta el logos, ya no es tan humana.
El logos tiene que ver con el pensar y el decir, con el
sentir y expresar las cosas al modo humano. Por eso el logos es lenguaje. Es
más, por supuesto, pero también lenguaje. El hombre es un ser que necesita a
otros humanos: de ellos recibe el lenguaje y con ellos habla. El lenguaje nos
humaniza.
El lenguaje es asunto colaborativo; tanto como la
humanización.
Nací en el milenio pasado. No había entonces nada de esa
cacharrería electrónica que hoy nos inunda. Un buen día apareció un aparato cuyo
nombre sonaba algo así como “Kompiuter” y se españolizó como “computador” y
“ordenador”, indistintamente. Cada uno lo llamó como le dio la realísima gana,
sin tener que justificar su elección. Y así, cada hablante un voto, se ha ido
decantando. Sin impedir que nadie, por las razones o sinrazones que cada uno
considere oportunas, use otro término.
Porque el lenguaje es democrático: cuenta con todos sin
discriminar, incluso, si están vivos o muertos. Tengan presente que nuestra
lengua es patrimonio nuestro pero los que hoy la usamos (es la lengua materna
de más de 550 millones) somos una minoría: también la tuvieron como propia los
hablantes de hace unos siglos y también “votaron”, también optaron por unos
términos y unas estructuras lingüísticas frente a otras, y eso transmitieron a
sus hijos, humanizándolos.
Una vida sin logos sigue siendo vida, claro. Pero no tan
plenamente humana. El hombre tiene sus enemigos, que son aquellos que erosionan
o agreden lo que les facilita su plenitud. Y una lengua tiene,
fundamentalmente, dos enemigos, dos modos de dificultar su realidad de vehículo
de encuentro y entendimiento. Dañan gravemente a la dignidad humana tanto
quienes quieren imponer una lengua cuanto los que quieren prohibirla. Y no
sabemos que es peor.
Pudiera ser, incluso, que prohibir e imponer sean dos caras
de la misma moneda, dos formas de violencia, dos modos de atentar contra lo
naturalmente humano.
Que esto es así podemos verlo en los territorios en los que
se han hecho fuertes quienes han intentado imponer el gallego, euskera o
catalán. Ahí la lengua no ha servido de vehículo de encuentro y entendimiento
sino que la han convertido en instrumento de dominio. Y el dominio divide,
separa, en dos grupos antagónicos: los oprimidos y los opresores. De ahí que lo
inhumano, es decir, el odio, la crispación y el enfrentamiento haya crecido en
esos lugares. En esas dinámicas hay quienes quieren imponer, quienes son
oprimidos y quienes miran para otro lado, como si no fuese con ellos. Decía
Zapatero que les conviene que crezca la crispación. Pero entonces todos sufrimos.
Con el mismo fuste que en Baleares u Orihuela se impone el
catalán y se prohíbe el español, se quiere imponer el llamado “lenguaje
inclusivo”. El esquema es el mismo. Se impone un modo de hablar (niño, niña,
niñe) y se prohíbe el lenguaje no ideologizado, libre, natural, democrático, es
decir, el logos.
Esa Neolengua, que diría Orwell, no es una tontería de
pijoprogres. Es una estrategia totalitaria en la que perdemos todos. Pueden
parecer payasos ridículos pero consiguen coaccionarnos instalándose en el mismo
momento en que optamos por “computadora” o por usar el masculino genérico. Nos
hacen temer si al decir “niño” estaremos pisoteando todos los derechos desde
Hammurabi hasta la ONU. Equivale, en suma, a sentir en la nuca el aliento
totalitario.
El peligro está en lo que el marxismo llama “tonto útil”. Son
los que no quieren follones, dicen que eso no va con ellos, no les molesta el
catalán, ni el niñe ni los noñis. Sumisos de distinto pelaje.
Así gana el totalitario. Así perdemos todos. Que el logos es
cosa seria.
Publicado en La verdad, 23 de abril de 2021:
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