La trilogía orwelliana. 1.
Experiencia, mentira y sistema
Manuel Ballester
El periodista, ensayista y novelista Eric Arthur Blair (1903-1950) es más conocido por el seudónimo de George Orwell.
Comprometido con las causas en boga en su época. Su obra lleva el sello de esas inquietudes: contra el imperialismo británico (Los días de Birmania, 1934), sobre las condiciones de la clase obrera en zonas fuertemente industrializadas (El camino de Wigan Pier, 1937), aunque sus obras sobre la revolución soviética (Animal Farm, 1945) y el totalitarismo en general (1984, escrito entre 1947 y 1948) son sin duda las más célebres. A esta última debemos conceptos tales como el de “Gran hermano” o la idea de que quien controla el presente, controla el pasado y, por tanto, el futuro.
1984 y Rebelión en la granja son, como decimos,
las obras más famosas de Orwell. Por el contrario, Homenaje a Cataluña (1938) es poco conocida. Sin embargo constituye
la primera obra de la trilogía de Orwell sobre el socialismo. La experiencia
vivida y narrada en esa obra es, de hecho, el cimiento que permite la evolución
de Orwell y su personal comprensión del fenómeno totalitario.
Orwell llega a España en plena guerra civil. A luchar contra
los malos, los fascistas. Se incorpora al bando de los buenos, los socialistas.
Orwell llega a Barcelona con la visión maniquea típicamente totalitaria:
nosotros-ellos, buenos-malos. En plena guerra sostiene que «la cuestión del
bien y del mal le había parecido bellamente simple». Si bien es consciente de
que su bando sufre una «plaga de siglas (PSUC, POUM, FAI, CNT, UGT, JCI, JSU,
AIT)», se pregunta «¿Acaso no somos todos socialistas?». Con terminología que
acuñará en Rebelión en la granja,
descubrirá que, si bien todos son iguales, unos son más iguales que otros.
De la mano del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista)
se incorpora en Barcelona a los cuarteles Lenin para hacer la instrucción y de
ahí irá al frente de Aragón. La obra es interesante en cuanto testimonio de la
Barcelona revolucionaria, la experiencia del frente y los enfrentamientos de
mayo de 1937 en Barcelona. Los interesados en estos aspectos de la guerra civil
española podrán consultarla con provecho. Pero no es ese el enfoque que nos
interesa destacar cara a enlazarlo con su certero análisis del totalitarismo.
Aunque fuertemente imbuido de la ideología marxista, Orwell
no pierde el contacto con la realidad, con su experiencia. Así, participa en la
guerra en el frente, y en la «guerra callejera» en Barcelona pero con el ojo
puesto (cuando las circunstancias lo permiten) en el tratamiento de la prensa a
los acontecimientos que él ha vivido en primera persona. La certeza de la
propia experiencia es el criterio para juzgar la sorprendente unanimidad con
que la prensa trata ciertos acontecimientos que él ha vivido. Y se sorprende al
ver que las versiones coinciden entre sí pero no con la verdad.
Es consciente de un riesgo importante: «cuidado con mi
parcialidad, mis errores factuales y la deformación que inevitablemente produce
el que yo sólo haya podido ver una parte de los hechos». Pero, y esto es
crucial, una cosa es una cuestión de enfoque, de perspectiva, que puede
corregirse en diálogo con otras perspectivas igualmente parciales. Una cosa es,
como decimos, la parcialidad, la subjetividad, y otra muy distinta lo que él
descubre en la prensa comunista: la mentira como arma de propaganda: «algunos
de los comunistas locales, testigos de los sucesos, se sintieron avergonzados
ante la interpretación que se daba de los acontecimientos, pero, naturalmente,
se mantuvieron fieles a su partido».
Ahí Orwell empieza a romper el maniqueísmo. Los fascistas
siguen siendo ellos y malos pero los “nuestros” ya no son tan buenos como
antes: «Uno de los efectos más tristes de esta guerra ha sido el de enseñarme
que la prensa de izquierda es tan espuria y deshonesta como la de la derecha».
La aceptación de la experiencia (motivada en parte porque la consigna
estalinista lleva a asesinar a buena parte de amigos y conocidos y él mismo
tiene que huir para evitar la muerte) le permite descubrir la diferencia entre
las personas y los sistemas, entre la busca de la verdad y la manipulación.
Nos habla de un agente ruso al que observa «con cierto
interés, pues era la primera vez que veía a una persona cuya profesión
consistía en mentir». Y esto es importante. “La verdad es un prejuicio
burgués”, según la expresión atribuida a Lenin. Se trata de gente que se no
está interesada en la verdad sino en “las pasiones políticas” (J. Benda), “el
opio de los intelectuales” (R. Aron), es decir, gente que es capaz de mentir o
matar si así se lo pide la disciplina del partido. Gente, por tanto, que ha
cedido su humanidad a algo que es más que humano (el partido, la historia, la
dialéctica). Por ahí detecta Orwell que en España «es posible que la creencia
cristiana fuera reemplazada en cierta medida por el anarquismo, cuya influencia
está ampliamente difundida y que, sin duda, posee un matiz religioso». Una
religión con sus ritos, sus dogmas y sus sacrificios humanos.
Homenaje a Cataluña
es una obra que, al margen de los datos concretos de la guerra española, merece
ser leída con detenimiento.
Señala el descubrimiento por parte de Orwell de la gran
maquinaria de la ideología totalitaria. Cómo actúa: despersonalizando,
difundiendo el odio mediante la mentira.
Y, lo que es más importante, cómo puede salirse de esa
dinámica perversa: mediante la decencia. «Cuando se ha podido atisbar un
desastre como éste […], el saldo no es necesariamente desilusión y cinismo. Por
curioso que parezca, toda esta experiencia no ha socavado mi fe en la decencia
de los seres humanos, sino que, por el contrario la ha fortalecido».
Decencia innata es uno de los rasgos que descubre en los
españoles quienes, al decir de Orwell, «poseen una generosidad, una especie de
nobleza, que no pertenece realmente al siglo XX».
La decencia, generosidad y nobleza tiene que ver con
reconocer el valor de las personas singulares por encima de las ideologías, de
la verdad por encima de la propaganda, de la autenticidad por encima de la
mentira. Eso nos hace humanos, buenas personas. Eso nos preserva de las
corrientes de odio que han asolado el siglo XX (lo veremos en la siguiente
entrega: Rebelión en la granja) y
soplan con fuerza en la actualidad (de ello hablaremos en la última entrega de
esta trilogía: 1984).
Publicado en Aleteia el 19 de marzo de 2021:
https://es.aleteia.org/2021/03/19/la-trilogia-orwelliana-experiencia-mentira-y-sistema/
No hay comentarios:
Publicar un comentario