Fernán Caballero y el villancico como lugar teológico
Manuel Ballester
En el corazón de Castilla, en Ciudad Real, se halla la
población de Fernán Caballero. Un día acertó a pasar por allí Cecilia Böhl de
Faber (Morgues, Suiza, 1796-Sevilla, España, 1877), una mujer culta y
cosmopolita. Hija del embajador alemán en España, había nacido en Suiza; vivió
en Alemania, España y Puerto Rico, entre otros lugares.
Cecilia decidió adoptar el nombre de la villa como pseudónimo. Lo cuenta así: «Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público, modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero».
A Fernán Caballero se atribuye un papel notable en la
renovación de la novela española de mitad del siglo XIX. Se recrea en escenas
populares y costumbristas, acentúa la dimensión didáctica apoyada en la vida
cotidiana del pueblo, de cuyo ambiente da buena cuenta. Sus personajes son, en
líneas generales, paradigmas, tipos humanos.
Muestra de descripción de un tipo humano, intención
didáctica (gramatical, en este caso) y costumbrismo podemos verlo en esta
presentación de la tía Pavona en La noche
de Navidad (1862): «se llamaba la tía Pavona porque su marido había tenido
por nombre el tío Pavón. Como la lengua española marca clara y perentoriamente
los géneros femeninos y masculinos con la a y la o, habíanla colocado una a al
final del apellido para significar con este distintivo que la persona así
nombrada pertenecía al bello sexo, terriblemente degenerado en esta ocasión,
porque la tía Pavona que era chica, delgada, apergaminada, bisoja y negra como
un cisco, podía darle un susto al miedo».
La tía Pavona es el arquetipo de viuda «declarada enemiga de
los niños», de cuyo continuo bullir reniega: «¡Que no se quedasen para descanso
del mundo en las mientes del Señor! […] ¡Jesús, y qué bien vendría otro Herodes».
La Nochebuena es especialmente mal momento para detestar a
los niños. Beatriz, otra viuda en cuya casa transcurre el relato de La noche de Navidad, le replica a la tía
Pavona: «¿No sabe usted que hoy es la fiesta de ellos, la santa Nochebuena? […]
Que entren todos, que el Niño Dios los quiere alrededor de sí».
Finalmente los niños entran, ¿qué sería una Nochebuena sin
niños, sin dulces y mistela? Y se cantan villancicos, claro. En pocas palabras,
esboza nuestra autora lo que podríamos denominar teoría del villancico como
lugar teológico, como condensación de la sabiduría del pueblo expresada con un
saber literario digno de la alta cultura. Son expresión de sencillez, candor,
genuinidad y «tienen una buena fe que conmueve, y aún literariamente un gran
valor, que no está al alcance de todos. [Los villancicos muestran] cómo
entiende y siente el pueblo esta fiesta, hasta qué punto está instruido de ella
y cómo la explica». Transcribe algunos villancicos que muestran, efectivamente,
la fusión de sencillez, ritmo poético, alta literatura y finura teológica:
«Al niño recién nacido
Todos le traen un don;
Yo soy chico y nada tengo:
Le traigo mi corazón».
Concluye sobre los villancicos señalando: «día llegara […]
en que en España, como en los demás países de alta cultura, se aprecien estas
composiciones populares como se buscan las fuentes de todo río».
El relato La noche de
Navidad narra con maestría una velada en casa de Beatriz. Todo transcurre
como suelen hacerlo estas fiestas, entre cantos y alegría ante el Belén. Pero
en un momento dado, la autora introduce un giro tan original como atinado. En
la puerta de la casa aparece un niño, un expósito, una criaturita abandonada en
una noche tan fría.
Es fácil suponer qué actitud adoptará la tía Pavona. Pero,
¿Y doña Beatriz, y el resto? ¿Qué hacer? Amiga de recoger el sentir del pueblo
expresado en refranes, Fernán Caballero recuerda que «quien bien hace, para sí
hace». No desvelaremos más detalles para que el lector pueda descubrirlos por
él mismo y alegrarse con la inmensa alegría que desborda el corazón en estas
fechas.
Publicado en Aleteia el 23 de diciembre de 2021:
https://es.aleteia.org/2021/12/22/fernan-caballero-y-el-villancico-como-lugar-teologico/
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