Sabios como
Pitágoras o Kepler han hablado de la música celestial, la sinfonía de las
estrellas. No la oímos porque en ella estamos desde siempre. Pudiera ser que
los sabios tengan razón.
Desde
siempre hemos oído el latido de nuestra madre y el runrún de su ir y venir por
el mundo. Esta música de fondo remite a instancias más bien afectivas y tampoco
la oímos. O no siempre.
Los sabios tienen razón, señalan una realidad rotunda y entienden su dinamismo musical con lenguaje matemático. Esa realidad en la que nos movemos, existimos y somos desde siempre también podríamos acogerla afectivamente. Entonces surge la alegría y el entusiasmo. Que también podría ser.
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