Frankenstein y las mujeres que lo hicieron posible
Vamos a hablar de las mujeres que se mueven en el entorno de Frankestein. Como es lógico, empezaremos por la autora, la creadora, Mary Shelley, porque todo lo que ocurre en la novela antes ha estado en la cabeza de Mary y ella decide cómo poner en juego los elementos que viven en ella.
Mary tenía
18-19 años cuando imaginó la historia. Es una joven cuya madre es una referente
del feminismo, cuyo padre es un referente de la filosofía radical y que se crió
entre libros, ideas y también entre pérdidas, sufrimientos y abandono. El
primer abandono, involuntario naturalmente, es el de su madre. Su madre murió
al darle a luz a ella. Es una huérfana desde el primer momento de su vida. En
1815, con apenas 17 años, perdió a su primera hija, que murió pocos días
después de nacer. Después vendrían otras pérdidas.
Vivió rodeada
de genios, la sombra y la fama de la madre, el ambiente cultural que crea el
padre en el ámbito familiar, su marido Percy Shelley, un poeta célebre que
además contribuyó en la elaboración del texto de Frankenstein, Lord Byron, que
propuso un juego cuyo resultado es la elaboración de la novela y también el
ambiente de la época Rousseau, Goethe, la novela gótica, las teorías
científicas, etcétera.
Con todo eso y
con su peculiar forma de ser, Mary Shelley da lugar a esa creación que es
Frankenstein. De modo paralelo a como en la novela, Victor Frankenstein
recopila una serie de elementos muertos, de cuerpos muertos, y con su genio,
con una chispa, los organiza y los convierte en algo vivo. Mary Shelley también
coge todo eso que está en su cabeza, en su experiencia y en su corazón, y lo
organiza y lo dota de vida y nos lo entrega como novela.
Frankenstein
es un clásico. Invite multitud de enfoques. Siempre tienen una nueva riqueza
oculta que ilumina la literatura y la vida, si es que al final no son lo mismo.
Aquí voy a fijarme en algunas de las mujeres que intervienen en la novela, en
el relato, porque cada una de ellas aporta un enfoque que es relevante, que nos
puede ayudar a entender la literatura y la vida. Se refieren a cuestiones como
qué es crear, a quién debemos cuidar, quién merece ser escuchado y qué ocurre
cuando no hay lugar para el otro. Vamos a ir enfocando estas cuestiones al hilo
de los personajes femeninos que Mary Shelley pone en la obra.
En primer
lugar, Caroline Beaufort, la madre de Victor Frankenstein, encarna la imagen de
la mujer que quiere, cuida y da todo por los que quiere, incluso la vida. En
segundo lugar, Justine Moritz, es una sirvienta en la casa de los Frankenstein
injustamente acusada. En tercer lugar, vamos a ver una pareja, Elizabeth, la
prometida de Victor Frankenstein, que es la compañera destinada a crear junto a
Victor un espacio compartido de mutuo aprecio y reconocimiento, un hogar, una
familia, de igualdad esencial, donde reconocerse, amar y ser amado. Y eso que
todos queremos es lo que también quiere el monstruo. El monstruo también quiere
un semejante que lo valore, que lo quiera, que lo reconozca y a quién querer. Es
decir, quiere una compañera. Esa compañera es lo que le pide a su creador, a
Victor Frankenstein. En ese sentido, Elizabeth y la compañera del monstruo
constituyen personajes paralelos. Lo veremos. Por último, hablaremos de
Margaret, la hermana del explorador, que recibe la correspondencia epistolar,
las cartas que su hermano le envía y que recogen la totalidad del relato,
gracias a la cual nos llega a nosotros.
1.
Caroline
Beaufort
Comenzamos por
Caroline, la madre, el inicio, la que constituye el soporte afectivo en el que
se forma Victor Frankenstein. No sólo él, todos los que están en el torno de la
familia, incluidos los amigos. Caroline cuida de todos. Acoge a Elizabeth y la
trata como una hija. Cuida de Justine, la sirvienta, que llega en una mala
situación y la protege, la educa, de manera que Justine la quiere como a una
madre. Caroline es el amor incondicional a todos. Muere atendiendo precisamente
a Elizabeth enferma.
Esto puede ser
irónico en cuanto que la madre que muere cuidando, de alguna manera, interviene
en la idea de Frankenstein de querer crear vida sin madre. Frente a la vida que
se entrega y se sacrifica por el otro, Victor responde con la arrogancia de
quien quiere ser dueño absoluto de la vida. De manera que el mito de
Frankenstein comienza con el contraste entre la maternidad generosa de Caroline
y la paternidad irresponsable de Victor.
2.
Justine Moritz
Pasamos a
Justine. Justine, ya lo hemos dicho, es criada en casa de los Frankenstein. Es
querida por todos, muy especialmente por Caroline, y ella corresponde con
gratitud.
La ironía de
la trama hace que ella sea acusada del asesinato del hermano pequeño de los
Frankenstein. Victor sabe que es inocente pero no puede desvelarlo y entonces
Justine es ajusticiada injustamente. Justine representa la víctima inocente que
paga por crímenes ajenos.
Aquí cabe ver
un eco de la obra del Marqués de Sade, Justine
o los infortunios de la virtud. En esa obra dos hermanas huérfanas, Justine
y Juliette, se enfrentan a la vida de modo muy distinto. Justine asume la
virtud, la propia dignidad, y es maltratada por la vida. Abusan de ella, la
engañan, la maltratan y todo el mundo intenta corromperla mediante el vicio o
finalmente la traiciona sin más. Por el contrario, su hermana Juliette asume
directamente vivir en el vicio y la corrupción y ¡le va fenomenal en la vida!
La tesis de Sade es que en este mundo quien intenta ser virtuoso acaba mal, le
va mal.
Pasamos a las
dos compañeras Elizabeth y la compañera del monstruo.
3.
Elizabeth
y la compañera del monstruo
Elizabeth
entra en la vida de Víctor desde la infancia. Elizabeth es acogida en la
familia y desde siempre todo el mundo ha pensado que cuando fuesen adultos
acabarían casándose. Ellos se tienen aprecio pero explícitamente niega cada uno
por su lado la posibilidad de casarse con el otro sólo por la inercia, sólo
porque es lo que esperan los demás.
Reclaman que
el otro, efectivamente, quiera casarse con él, como así ocurre. De manera que
Víctor en Elizabeth encuentra respeto, cariño, valoración, reconocimiento, que
es lo que todos los seres humanos necesitamos: la libre aceptación de lo que
somos. Elizabeth es, como para todos, lo que da sentido a la vida de Víctor. De
hecho, cuando Víctor, llevado por su afán de conocimiento, se aísla de todo el
mundo se siente mal porque de alguna manera está traicionando lo que le debe a
Elizabeth, lo que Elizabeth justamente espera de él. Siente que está
incumpliendo un deber de amor, pero un deber ¿por qué? porque hay esa relación
de compenetración. Y eso mismo es lo que la criatura le reclama a su creador.
La criatura se siente un monstruo, rechazado por todos incluido su creador, y
entonces reclama lo que injusticia le corresponde a cualquier ser racional como
es él mismo. Reclama una compañera, le pide a su creador que cree a una mujer
semejante a él. Puesto que ya conoce el procedimiento.
Víctor al
principio acepta, le parece razonable, pero luego, por una serie de motivos que
vimos en otra sesión, se echa atrás, incumple la promesa que le ha hecho al
monstruo y destruye a la compañera. El monstruo se siente traicionado otra vez
y jura vengarse. Si él no puede tener una compañera, Víctor tampoco. Y el
monstruo mata a Elizabeth la noche de bodas.
Y es que al
final Frankenstein es una novela de ciencia ficción y tantas otras cosas, pero
todo gira en torno a la necesidad hondamente humana de sentirse valorado,
querido, aceptado, por un semejante. Lo que Elizabeth ofrece a Víctor y Víctor
a Elizabeth, eso es lo que el monstruo quiere.
Al no poder
alcanzarlo se frustra la totalidad de su vida, y eso desencadena la tragedia y
los acontecimientos que se relatan en la novela.
La última
mujer a la que nos vamos a referir es Margaret.
4.
Margareth
Walton
Margaret es
hermana del explorador Robert Walton.
En una
expedición al Ártico Robert encuentra desorientado casi al borde de la muerte a
Víctor Frankenstein. Lo auxilia, lo cuida y Víctor le cuenta toda la historia.
Y Robert le va escribiendo a su hermana todo lo que Víctor le cuenta, toda la
historia.
De manera que
Margaret no es un personaje de la historia, no aparece, no tiene diálogos, no
hace nada, pero es la guardiana del lenguaje. Sin ella no nos llegaría nada. Y
en ese sentido Margaret representa la memoria que hace posible la comprensión
del sentido de la totalidad de la historia.
Como la misma
Mary Shelley, las mujeres que aparecen en el relato de alguna manera son las
depositarias del sentido, la fuente de la vida, el motor de la experiencia de
todo lo que ocurre. Sin ellas el relato no podría sostenerse. Cada una de ellas
ilumina un aspecto esencial de la novela y de la vida: El amor que se entrega,
la inocencia que sufre injustamente, la pérdida, el dolor y la memoria que
conserva. Y sobre todo Mary Shelley, la que tiene todos los elementos y aporta
la chispa que los dinamiza, que los hace vivir hasta nuestros días.
Y es así como
nos llega una historia que no se limita a ser las relaciones entre un
científico loco y su creación, sino también una reflexión sobre qué significa
engendrar, crear, hacerse responsable de lo creado, transmitir y crear un
ámbito de correspondencia y reconocimiento amoroso.
Quizá la
pregunta a la que Mary Shelley apunta es algo así como ¿qué hacemos nosotros
con las vidas que dependen de nuestro cuidado, con los relatos que nos son
confiados, con los seres a los que debemos reconocimiento? Porque crear en
todos los ámbitos no es un acto aislado de poder, es una responsabilidad
compartida. Y sin el reconocimiento del otro que busca Elizabeth Víctor y el
monstruo, no hay vida humana que pueda sostenerse.
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