viernes, 3 de octubre de 2025

Frankenstein y las mujeres que lo hicieron posible

 




Frankenstein y las mujeres que lo hicieron posible

 

 

 

Vamos a hablar de las mujeres que se mueven en el entorno de Frankestein. Como es lógico, empezaremos por la autora, la creadora, Mary Shelley, porque todo lo que ocurre en la novela antes ha estado en la cabeza de Mary y ella decide cómo poner en juego los elementos que viven en ella.

Mary tenía 18-19 años cuando imaginó la historia. Es una joven cuya madre es una referente del feminismo, cuyo padre es un referente de la filosofía radical y que se crió entre libros, ideas y también entre pérdidas, sufrimientos y abandono. El primer abandono, involuntario naturalmente, es el de su madre. Su madre murió al darle a luz a ella. Es una huérfana desde el primer momento de su vida. En 1815, con apenas 17 años, perdió a su primera hija, que murió pocos días después de nacer. Después vendrían otras pérdidas.

Vivió rodeada de genios, la sombra y la fama de la madre, el ambiente cultural que crea el padre en el ámbito familiar, su marido Percy Shelley, un poeta célebre que además contribuyó en la elaboración del texto de Frankenstein, Lord Byron, que propuso un juego cuyo resultado es la elaboración de la novela y también el ambiente de la época Rousseau, Goethe, la novela gótica, las teorías científicas, etcétera.

Con todo eso y con su peculiar forma de ser, Mary Shelley da lugar a esa creación que es Frankenstein. De modo paralelo a como en la novela, Victor Frankenstein recopila una serie de elementos muertos, de cuerpos muertos, y con su genio, con una chispa, los organiza y los convierte en algo vivo. Mary Shelley también coge todo eso que está en su cabeza, en su experiencia y en su corazón, y lo organiza y lo dota de vida y nos lo entrega como novela.

Frankenstein es un clásico. Invite multitud de enfoques. Siempre tienen una nueva riqueza oculta que ilumina la literatura y la vida, si es que al final no son lo mismo. Aquí voy a fijarme en algunas de las mujeres que intervienen en la novela, en el relato, porque cada una de ellas aporta un enfoque que es relevante, que nos puede ayudar a entender la literatura y la vida. Se refieren a cuestiones como qué es crear, a quién debemos cuidar, quién merece ser escuchado y qué ocurre cuando no hay lugar para el otro. Vamos a ir enfocando estas cuestiones al hilo de los personajes femeninos que Mary Shelley pone en la obra.

En primer lugar, Caroline Beaufort, la madre de Victor Frankenstein, encarna la imagen de la mujer que quiere, cuida y da todo por los que quiere, incluso la vida. En segundo lugar, Justine Moritz, es una sirvienta en la casa de los Frankenstein injustamente acusada. En tercer lugar, vamos a ver una pareja, Elizabeth, la prometida de Victor Frankenstein, que es la compañera destinada a crear junto a Victor un espacio compartido de mutuo aprecio y reconocimiento, un hogar, una familia, de igualdad esencial, donde reconocerse, amar y ser amado. Y eso que todos queremos es lo que también quiere el monstruo. El monstruo también quiere un semejante que lo valore, que lo quiera, que lo reconozca y a quién querer. Es decir, quiere una compañera. Esa compañera es lo que le pide a su creador, a Victor Frankenstein. En ese sentido, Elizabeth y la compañera del monstruo constituyen personajes paralelos. Lo veremos. Por último, hablaremos de Margaret, la hermana del explorador, que recibe la correspondencia epistolar, las cartas que su hermano le envía y que recogen la totalidad del relato, gracias a la cual nos llega a nosotros.

1.      Caroline Beaufort

Comenzamos por Caroline, la madre, el inicio, la que constituye el soporte afectivo en el que se forma Victor Frankenstein. No sólo él, todos los que están en el torno de la familia, incluidos los amigos. Caroline cuida de todos. Acoge a Elizabeth y la trata como una hija. Cuida de Justine, la sirvienta, que llega en una mala situación y la protege, la educa, de manera que Justine la quiere como a una madre. Caroline es el amor incondicional a todos. Muere atendiendo precisamente a Elizabeth enferma.

Esto puede ser irónico en cuanto que la madre que muere cuidando, de alguna manera, interviene en la idea de Frankenstein de querer crear vida sin madre. Frente a la vida que se entrega y se sacrifica por el otro, Victor responde con la arrogancia de quien quiere ser dueño absoluto de la vida. De manera que el mito de Frankenstein comienza con el contraste entre la maternidad generosa de Caroline y la paternidad irresponsable de Victor.

2.      Justine Moritz

Pasamos a Justine. Justine, ya lo hemos dicho, es criada en casa de los Frankenstein. Es querida por todos, muy especialmente por Caroline, y ella corresponde con gratitud.

La ironía de la trama hace que ella sea acusada del asesinato del hermano pequeño de los Frankenstein. Victor sabe que es inocente pero no puede desvelarlo y entonces Justine es ajusticiada injustamente. Justine representa la víctima inocente que paga por crímenes ajenos.

Aquí cabe ver un eco de la obra del Marqués de Sade, Justine o los infortunios de la virtud. En esa obra dos hermanas huérfanas, Justine y Juliette, se enfrentan a la vida de modo muy distinto. Justine asume la virtud, la propia dignidad, y es maltratada por la vida. Abusan de ella, la engañan, la maltratan y todo el mundo intenta corromperla mediante el vicio o finalmente la traiciona sin más. Por el contrario, su hermana Juliette asume directamente vivir en el vicio y la corrupción y ¡le va fenomenal en la vida! La tesis de Sade es que en este mundo quien intenta ser virtuoso acaba mal, le va mal.

 Mary Shelley intenta integrar en la obra su idea roussoniana del hombre, bueno por naturaleza, con la idea de Sade de que el que es bueno y mantiene su bondad natural acabará mal, mientras que el que asume abiertamente el vicio y la corrupción le irá bien. Por eso a Justine le va mal. Le va mal en la novela de Sade, le va mal en la novela de Shelley y le va mal en el tipo de mundo al que ambas novelas remiten. Si este es el único mundo que hay entonces la suerte está echada: Justine siempre perderá.

Pasamos a las dos compañeras Elizabeth y la compañera del monstruo.

3.      Elizabeth y la compañera del monstruo

Elizabeth entra en la vida de Víctor desde la infancia. Elizabeth es acogida en la familia y desde siempre todo el mundo ha pensado que cuando fuesen adultos acabarían casándose. Ellos se tienen aprecio pero explícitamente niega cada uno por su lado la posibilidad de casarse con el otro sólo por la inercia, sólo porque es lo que esperan los demás.

Reclaman que el otro, efectivamente, quiera casarse con él, como así ocurre. De manera que Víctor en Elizabeth encuentra respeto, cariño, valoración, reconocimiento, que es lo que todos los seres humanos necesitamos: la libre aceptación de lo que somos. Elizabeth es, como para todos, lo que da sentido a la vida de Víctor. De hecho, cuando Víctor, llevado por su afán de conocimiento, se aísla de todo el mundo se siente mal porque de alguna manera está traicionando lo que le debe a Elizabeth, lo que Elizabeth justamente espera de él. Siente que está incumpliendo un deber de amor, pero un deber ¿por qué? porque hay esa relación de compenetración. Y eso mismo es lo que la criatura le reclama a su creador. La criatura se siente un monstruo, rechazado por todos incluido su creador, y entonces reclama lo que injusticia le corresponde a cualquier ser racional como es él mismo. Reclama una compañera, le pide a su creador que cree a una mujer semejante a él. Puesto que ya conoce el procedimiento.

Víctor al principio acepta, le parece razonable, pero luego, por una serie de motivos que vimos en otra sesión, se echa atrás, incumple la promesa que le ha hecho al monstruo y destruye a la compañera. El monstruo se siente traicionado otra vez y jura vengarse. Si él no puede tener una compañera, Víctor tampoco. Y el monstruo mata a Elizabeth la noche de bodas.

Y es que al final Frankenstein es una novela de ciencia ficción y tantas otras cosas, pero todo gira en torno a la necesidad hondamente humana de sentirse valorado, querido, aceptado, por un semejante. Lo que Elizabeth ofrece a Víctor y Víctor a Elizabeth, eso es lo que el monstruo quiere.

Al no poder alcanzarlo se frustra la totalidad de su vida, y eso desencadena la tragedia y los acontecimientos que se relatan en la novela.

La última mujer a la que nos vamos a referir es Margaret.

4.      Margareth Walton

Margaret es hermana del explorador Robert Walton.

En una expedición al Ártico Robert encuentra desorientado casi al borde de la muerte a Víctor Frankenstein. Lo auxilia, lo cuida y Víctor le cuenta toda la historia. Y Robert le va escribiendo a su hermana todo lo que Víctor le cuenta, toda la historia.

De manera que Margaret no es un personaje de la historia, no aparece, no tiene diálogos, no hace nada, pero es la guardiana del lenguaje. Sin ella no nos llegaría nada. Y en ese sentido Margaret representa la memoria que hace posible la comprensión del sentido de la totalidad de la historia.

Como la misma Mary Shelley, las mujeres que aparecen en el relato de alguna manera son las depositarias del sentido, la fuente de la vida, el motor de la experiencia de todo lo que ocurre. Sin ellas el relato no podría sostenerse. Cada una de ellas ilumina un aspecto esencial de la novela y de la vida: El amor que se entrega, la inocencia que sufre injustamente, la pérdida, el dolor y la memoria que conserva. Y sobre todo Mary Shelley, la que tiene todos los elementos y aporta la chispa que los dinamiza, que los hace vivir hasta nuestros días.

Y es así como nos llega una historia que no se limita a ser las relaciones entre un científico loco y su creación, sino también una reflexión sobre qué significa engendrar, crear, hacerse responsable de lo creado, transmitir y crear un ámbito de correspondencia y reconocimiento amoroso.

Quizá la pregunta a la que Mary Shelley apunta es algo así como ¿qué hacemos nosotros con las vidas que dependen de nuestro cuidado, con los relatos que nos son confiados, con los seres a los que debemos reconocimiento? Porque crear en todos los ámbitos no es un acto aislado de poder, es una responsabilidad compartida. Y sin el reconocimiento del otro que busca Elizabeth Víctor y el monstruo, no hay vida humana que pueda sostenerse.


No hay comentarios:

Publicar un comentario