¿Quién puede salvar a Don
Juan?
Tirso, Zorrilla y Unamuno lo intentan
1. Don Juan vuelve cada noviembre
Cada primero de
noviembre el mundo recuerda a sus muertos.
En México se levantan
altares. En otros lugares se encienden velas, se colocan flores. Y en los
países anglosajones, la memoria se mezcla con máscaras, espectros y caramelos.
Pero en España, ese
día no se encienden velas: se levanta el telón. Volvemos al teatro. Vuelve Don
Juan.
Don Juan, el que vive
para seducir, disfrutar, gozar. El burlador, el que se burla de todo, incluso
de la muerte… hasta que la muerte lo alcanza.
Pero Don Juan no es
sólo un personaje de Tirso o de Zorrilla. Es un mito universal, un símbolo del
deseo sin límite.
Y de su mano nos preguntamos: ¿Qué significa desearlo todo?
¿Qué ocurre cuando el tiempo se acaba? ¿Puede alguien salvarnos… incluso de
nosotros mismos?
Vamos a seguir el rastro de Don Juan a través de tres
miradas, tres textos que lo reinterpretan desde épocas y sensibilidades
distintas: Tirso de Molina, que da origen al mito; Miguel de Unamuno, que lo
transforma en símbolo moderno; y José Zorrilla, que se atreve a imaginar que el
amor puede vencer incluso a la condena.
2. Tirso: el placer no espera, pero la muerte sí llega
El origen del mito
está en El burlador de Sevilla y el convidado de piedra, escrito por
Tirso de Molina en 1630.
Su Don Juan no es
romántico ni tierno. Es veloz, astuto, arrogante.
No ama: desea. Y
promete. Promete matrimonio, amor, fidelidad... promete lo que sea, porque
siempre miente.
Se ama a sí mismo y a
su goce. Usa a las mujeres, juega con su ingenuidad. Y juega también con la
paciencia de Dios.
Cuando le advierten,
responde: “¡Cuán largo me lo fiáis!”. Cree que siempre habrá más tiempo: para
gozar, para posponer el arrepentimiento, para burlarse incluso del cielo.
Pero el tiempo se
acaba.
Y en la obra de Tirso,
la gracia divina no se negocia. Don Juan muere como eligió vivir: engañando y
engañado.
El infierno no es un
castigo añadido: es quedarse congelado en el instante en que uno decidió no
amar.
Tirso levanta una
advertencia clara: el tiempo es limitado, la culpa crece. La redención no está
garantizada. Y el deseo, si no encuentra un freno interior, puede conducir
directamente a la ruina.
3. Unamuno: cuando ya no sabes quién eres
En 1929, Miguel de
Unamuno publica El hermano Juan o el mundo es teatro.
Tres siglos después de
Tirso, su Don Juan ha cambiado. Ya no es un cínico ni un burlador. Es un hombre
escénico. Vive para ser mirado. Para representar un papel.
“El mundo es teatro —dice
Unamuno— y cada cual representa su papel”.
El Don Juan de Unamuno
no busca placer: busca admiración.
Cada conquista es un
espejo. Cada mujer, un modo de verse a sí mismo reflejado, brillante, deseado.
Pero ha actuado tanto
que se ha vaciado por dentro. Ya no sabe quién es. Se pregunta: “¿Quién soy yo
cuando nadie me mira?”.
Este Don Juan no ama.
Ni siquiera desea. Interpreta. Y se pierde.
Es el yo
contemporáneo, pendiente del aplauso, esclavo del like.
Y quizá su castigo no
sea el infierno, sino una vida entera actuando, sin poder jamás dejarse amar.
4. Zorrilla: cuando el amor no justifica, pero salva
En 1844 aparece Don
Juan Tenorio de José Zorrilla, la versión más famosa y la que aún se
representa en teatros de España cada noviembre.
El Don Juan de Zorrilla
es el mismo cínico arrogante… pero algo ha cambiado.
Zorrilla reconoce que
ese Don Juan no puede salvarse. Pero se atreve a imaginar que quizá pueda ser
salvado.
Don Juan sigue sin
saber amar. Lleva la cuenta de sus conquistas. Se aprovecha de la virtud. Pero
en su interior hay una grieta. Y entonces aparece doña Inés.
Doña Inés no lo ama
porque él lo merezca. Lo ama en su miseria. No justifica su pecado, no tapa su
pasado… pero ama. Y ese amor no es mérito: es milagro.
Ella lo ama cuando él
no se ama. Cree en él cuando él no cree en nada. Y su amor no tiene poder por
sí mismo, pero logra conmover la justicia divina.
“Quien a Dios tiene
nada pierde, y pues todo lo perdiste por mí, Don Juan, Dios me otorga tu
salvación por mi amor”, dice doña Inés.
Zorrilla no propone
una moral ingenua ni una absolución fácil. Plantea otra cosa: la posibilidad de
un nuevo comienzo a través del amor recibido.
El Tenorio es una
historia de pecado, pero también, y sobre todo, de gracia y esperanza.
5. ¿Y si el deseo no basta?
Don Juan no es sólo un
personaje: es un espejo.
Kierkegaard lo vio con
claridad en su Diario de un seductor: quien sólo busca gozar del otro
sin entregarse, se queda en la superficie, acaba en el tedio. El deseo estético
es insaciable.
Nietzsche lo dijo en
otro tono: “el placer pide eternidad,
profunda eternidad”. Pero esa eternidad no la da el deseo sin rostro. No
hay abrazo eterno donde no hay amor.
El deseo sin límite
lleva al vacío.
El deseo de eternidad,
en cambio, puede abrir la puerta al amor… si alguien lo hace posible.
6. ¿Quién te salva a ti?
Tirso muestra a un Don
Juan que juega con el tiempo… y pierde.
Unamuno lo retrata
como un personaje que se ha vaciado a fuerza de actuar.
Zorrilla se atreve a
imaginar que el amor gratuito puede quebrar incluso la condena.
Por eso, cada uno de
noviembre, Don Juan vuelve.
Y no sólo para repetir
la historia.
Porque al final, esa es la pregunta que Don Juan vuelve a
traer cada noviembre: ¿quién te salva a ti?
¿Tienes a alguien que
crea en ti cuando tú no puedes? ¿Alguien que te abrace cuando no lo mereces? ¿Alguien
que interceda por ti cuando ya parece tarde?
Porque quizás no nos salvemos por lo que hacemos… sino por el amor que recibimos cuando ya no nos queda nada.
He desarrollado con más amplitud estas ideas en Tinta y Caos, mi canal de youtube.
Puede verse completo aquí:
🔗 https://youtu.be/nPcqw6Q0dP4
También puede oírse en Spotify:
https://n9.cl/13phjl

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