viernes, 31 de octubre de 2025

¿Quién puede salvar a Don Juan? Tirso, Zorrilla y Unamuno lo intentan

 




 

¿Quién puede salvar a Don Juan?

Tirso, Zorrilla y Unamuno lo intentan

 

1. Don Juan vuelve cada noviembre

Cada primero de noviembre el mundo recuerda a sus muertos.

En México se levantan altares. En otros lugares se encienden velas, se colocan flores. Y en los países anglosajones, la memoria se mezcla con máscaras, espectros y caramelos.

Pero en España, ese día no se encienden velas: se levanta el telón. Volvemos al teatro. Vuelve Don Juan.

Don Juan, el que vive para seducir, disfrutar, gozar. El burlador, el que se burla de todo, incluso de la muerte… hasta que la muerte lo alcanza.

Pero Don Juan no es sólo un personaje de Tirso o de Zorrilla. Es un mito universal, un símbolo del deseo sin límite.

Y de su mano nos preguntamos: ¿Qué significa desearlo todo? ¿Qué ocurre cuando el tiempo se acaba? ¿Puede alguien salvarnos… incluso de nosotros mismos?

Vamos a seguir el rastro de Don Juan a través de tres miradas, tres textos que lo reinterpretan desde épocas y sensibilidades distintas: Tirso de Molina, que da origen al mito; Miguel de Unamuno, que lo transforma en símbolo moderno; y José Zorrilla, que se atreve a imaginar que el amor puede vencer incluso a la condena.

 

2. Tirso: el placer no espera, pero la muerte sí llega

El origen del mito está en El burlador de Sevilla y el convidado de piedra, escrito por Tirso de Molina en 1630.

Su Don Juan no es romántico ni tierno. Es veloz, astuto, arrogante.

No ama: desea. Y promete. Promete matrimonio, amor, fidelidad... promete lo que sea, porque siempre miente.

Se ama a sí mismo y a su goce. Usa a las mujeres, juega con su ingenuidad. Y juega también con la paciencia de Dios.

Cuando le advierten, responde: “¡Cuán largo me lo fiáis!”. Cree que siempre habrá más tiempo: para gozar, para posponer el arrepentimiento, para burlarse incluso del cielo.

Pero el tiempo se acaba.

Y en la obra de Tirso, la gracia divina no se negocia. Don Juan muere como eligió vivir: engañando y engañado.

El infierno no es un castigo añadido: es quedarse congelado en el instante en que uno decidió no amar.

Tirso levanta una advertencia clara: el tiempo es limitado, la culpa crece. La redención no está garantizada. Y el deseo, si no encuentra un freno interior, puede conducir directamente a la ruina.

 

3. Unamuno: cuando ya no sabes quién eres

En 1929, Miguel de Unamuno publica El hermano Juan o el mundo es teatro.

Tres siglos después de Tirso, su Don Juan ha cambiado. Ya no es un cínico ni un burlador. Es un hombre escénico. Vive para ser mirado. Para representar un papel.

“El mundo es teatro —dice Unamuno— y cada cual representa su papel”.

El Don Juan de Unamuno no busca placer: busca admiración.

Cada conquista es un espejo. Cada mujer, un modo de verse a sí mismo reflejado, brillante, deseado.

Pero ha actuado tanto que se ha vaciado por dentro. Ya no sabe quién es. Se pregunta: “¿Quién soy yo cuando nadie me mira?”.

Este Don Juan no ama. Ni siquiera desea. Interpreta. Y se pierde.

Es el yo contemporáneo, pendiente del aplauso, esclavo del like.

Y quizá su castigo no sea el infierno, sino una vida entera actuando, sin poder jamás dejarse amar.

4. Zorrilla: cuando el amor no justifica, pero salva

En 1844 aparece Don Juan Tenorio de José Zorrilla, la versión más famosa y la que aún se representa en teatros de España cada noviembre.

El Don Juan de Zorrilla es el mismo cínico arrogante… pero algo ha cambiado.

Zorrilla reconoce que ese Don Juan no puede salvarse. Pero se atreve a imaginar que quizá pueda ser salvado.

Don Juan sigue sin saber amar. Lleva la cuenta de sus conquistas. Se aprovecha de la virtud. Pero en su interior hay una grieta. Y entonces aparece doña Inés.

Doña Inés no lo ama porque él lo merezca. Lo ama en su miseria. No justifica su pecado, no tapa su pasado… pero ama. Y ese amor no es mérito: es milagro.

Ella lo ama cuando él no se ama. Cree en él cuando él no cree en nada. Y su amor no tiene poder por sí mismo, pero logra conmover la justicia divina.

“Quien a Dios tiene nada pierde, y pues todo lo perdiste por mí, Don Juan, Dios me otorga tu salvación por mi amor”, dice doña Inés.

Zorrilla no propone una moral ingenua ni una absolución fácil. Plantea otra cosa: la posibilidad de un nuevo comienzo a través del amor recibido.

El Tenorio es una historia de pecado, pero también, y sobre todo, de gracia y esperanza.

5. ¿Y si el deseo no basta?

Don Juan no es sólo un personaje: es un espejo.

Kierkegaard lo vio con claridad en su Diario de un seductor: quien sólo busca gozar del otro sin entregarse, se queda en la superficie, acaba en el tedio. El deseo estético es insaciable.

Nietzsche lo dijo en otro tono: “el placer pide eternidad, profunda eternidad”. Pero esa eternidad no la da el deseo sin rostro. No hay abrazo eterno donde no hay amor.

El deseo sin límite lleva al vacío.

El deseo de eternidad, en cambio, puede abrir la puerta al amor… si alguien lo hace posible.

 

6. ¿Quién te salva a ti?

Tirso muestra a un Don Juan que juega con el tiempo… y pierde.

Unamuno lo retrata como un personaje que se ha vaciado a fuerza de actuar.

Zorrilla se atreve a imaginar que el amor gratuito puede quebrar incluso la condena.

Por eso, cada uno de noviembre, Don Juan vuelve.

Y no sólo para repetir la historia.

Porque al final, esa es la pregunta que Don Juan vuelve a traer cada noviembre: ¿quién te salva a ti?

¿Tienes a alguien que crea en ti cuando tú no puedes? ¿Alguien que te abrace cuando no lo mereces? ¿Alguien que interceda por ti cuando ya parece tarde?

Porque quizás no nos salvemos por lo que hacemos… sino por el amor que recibimos cuando ya no nos queda nada.




He desarrollado con más amplitud estas ideas en Tinta y Caos, mi canal de youtube.

Puede verse completo aquí:

🔗 https://youtu.be/nPcqw6Q0dP4

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