Hay quienes tienen una opinión nefasta sobre el ser humano. Motivos no faltan, por otra parte.
Pero cuanto peor
sea la opinión, mayor es la sorpresa. Porque tampoco faltan motivos para
maravillarse.
Algo de esto le
entiendo a Houellebecq cuando habla del hombre como de
«esa especie
dolorosa y mezquina, apenas diferente del mono que, sin embargo, tenía tantas
aspiraciones nobles […] que no dejó nunca de creer en la bondad y en el amor»,
Houellebecq, Las partículas elementales, 316
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