Una sociedad humana en algo se parece a un rebaño (sociedades cerradas, en la terminología de Bergson). El hombre-masa es el cordero (o el lobo, tanto da) de esas agrupaciones. Es el individuo que toma su fuerza del hecho de pertenecer visceralmente al grupo.
Aporta número (y
la fuerza del número) pero no enriquece cualitativamente su colectividad.
Una sociedad
humana se parece en algo a un rebaño. Precisamente en lo que hay de menos
noble.
Puede ser de otro
modo. Eso le entiendo a Houellebecq cuando dice que
«para que la
sociedad pudiera sobrevivir era indispensable un cambio fundamental: una
mutación que restauraría de forma creíble el sentido de la colectividad, de la
permanencia y de lo sagrado»,
Houellebecq, Las partículas elementales, 313
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