La mente humana trabaja con unidades significativas, con estructuras que dotan de sentido. La inteligencia trabaja con relatos, narraciones, historias.
La modernidad, en cierto sentido, ha intentado imponer un
relato (la ciencia) como el único válido (frente a fábulas, filosofías,
religiones). El resultado es, según sentencia Lyotard, que ya no creemos en
ningún relato. Dicho de otro modo: hemos perdido el norte, la capacidad de
entender el mundo y entendernos, de asombrarnos, alegrarnos y disfrutar. Por
ahí no era.
Algo de esto le entiendo a Camus cuando dice que
«Los mitos están hechos para que la imaginación los anime;
Les mythes sont faits pour que l’imagination les anime»,
Camus, Le mythe de Sisyphe, 164
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