Conocerse a sí mismo podría
ser una distracción que no ha de tomarse en serio. Un entretenimiento, como determinar
si el huevo es antes o después que la gallina.
También podría ser un
reto. Una invitación a hacer de la propia vida algo valioso.
Difícil asunto si
juzgamos por los resultados. O algo de esto podría entendérsele a Ortega. Y ahí
lo dejo. Por si interesa:
«Nos encontramos, pues,
con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz.
Éste se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un
esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia.
El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de
ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su
propia torpeza»
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
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