Es propio de niños asumir
todo lo que se les da como un derecho. Todo: la comida, la ropa, el afecto, la
lengua, la educación… la vida, en suma. Con su dimensión biológica y su
elevación cultural.
Y está bien que los niños
se nutran de ese líquido amniótico. Para que crezcan y se fortalezcan protegidos.
Está bien que el niño sea infantil... porque es niño.
Ese infantilismo es letal
cuando se mantiene en adolescentes y gentes de más edad.
Así lo ve Ortega, si lo
entiendo bien. Y ahí lo dejo, por si interesa:
«el hombre vulgar, al
encontrarse con ese mundo técnica y socialmente tan perfecto, cree que lo ha
producido la naturaleza, y no piensa nunca en los esfuerzos geniales de
individuos excelentes que supone su creación. Menos todavía admitirá la idea de
que todas estas facilidades siguen apoyándose en ciertas difíciles virtudes de
los hombres, el menor fallo de los cuales volatilizaría rápidamente la
magnífica construcción».
Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas.
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