El concepto es un
instrumento con el que entendemos las realidades (la sensación sin concepto es
ciega, dirá Kant) o un medio en el que entendemos las cosas. El concepto es, en
cualquier caso, algo tan distinto de la realidad conceptualizada como del sujeto pensante: es un tercero.
Por otra parte, nadie
reza a un concepto. Dios, si es, no es un concepto.
Sirvan estas obviedades
para entender por qué gentes de corte intelectual, que buscan y gustan de
conceptos, al llegar a Dios su pensamiento se enmaraña. Como si la luz les deslumbrara al salir de la caverna, que diría Platón. Quien lo probó, lo sabe. El que no, no sabe nada.
Quizá por eso Ortega dice
lo que dice. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«Dios no es nunca un tercero, porque su presencia
está hecha de esencial ausencia; Dios es el que es presente precisamente como
ausente, es el inmenso ausente que en todo presente brilla —brilla por su
ausencia—».
El hombre y la gente.
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