La naturaleza humana es deficitaria
en muchos aspectos. Es un modo de decir que no hay ajuste entre lo que somos y
nuestra propia plenitud.
Se puede vivir esa
carencia como menesterosidad, como necesidad o, como diría Hegel, como
negatividad. También es posible vivirla como posibilidad, potencia o
virtualidad, como acentúa Aristóteles. Cada quien la vive a su manera.
Bien es cierto que quien
fía el logro de su plenitud personal al otro, al reconocimiento (al decir de
Hegel), muestra su dimensión más pobre. No es la única posibilidad, pero así
viven algunos sus desajustes.
Y así lo describe Ortega,
si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«El gesto servil lo es
porque el ser no gravita sobre sí mismo, no está seguro de su propio valer y en
todo instante vive comparándose con otros. Necesita de ellos en una u otra
forma; necesita de su aprobación para tranquilizarle, cuando no de su benevolencia
y su perdón. Por eso el gesto lleva siempre una referencia al prójimo. Servir
es llenar nuestra vida de actos que tienen valor sólo porque otro ser los
aprueba o aprovecha. Tienen sentido mirados desde la vida de este otro ser, no
desde la vida nuestra. Y esta es, en principio, la servidumbre: vivir desde
otro, no desde sí mismo»,
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas.
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