Zorbas, el gato
Historia de una gaviota y el gato… 03
Manuel Ballester
No es ningún secreto que en esta historia en la que estamos hay un gato y una gaviota, por lo menos. En el capítulo primero aparecen gaviotas; en el segundo, un gato.
Presentar a
los personajes antes de que se desarrolle la acción es un proceder de buen
escritor.
En este capítulo se presenta Zorbas. Es un gato grande, negro y gordo.
Está en su lugar
favorito, el alféizar de la ventana, viendo como “el niño”, va cargando la
mochila para irse de vacaciones. El niño habla pero es un personaje sin nombre
en esta historia. Está de paso por la fábula, aunque, en opinión de Zorbas es,
más que un gran chico, «¡Es el mejor!», es un humano estupendo que
dedica parte de su tiempo a limpiar la caja de Zorbas, parte de su dinero a
comprarle unas galletas «deliciosas, crujientes y con sabor a pescado» y sus
mejores momentos a «pasar horas juntos en el balcón, mirando el incesante
ajetreo del puerto».
Es un gran muchacho, ha domesticado al gato. En el capítulo
anterior conocimos a las gaviotas, tantas veces usadas como símbolo de la
libertad o, más precisamente, como símbolo de ese tipo de libertad que se opone
a las ataduras. El gato tiene reglas, lazos, pero es libre y feliz. Sabemos que
eso es posible. Sabemos que carecer de ligaduras no es sinónimo de libertad o,
al menos, que la libertad es más. Y, en cualquier caso, felicidad y libertad no
son lo mismo.
El gato tiene casa
que, en latín, se dice domus. Por eso
domesticar significa ni más ni menos que acostumbrar a alguien a vivir en
compañía de otros, según las reglas de convivencia que rigen una casa. En las
relaciones animal-hombre, domesticar significa conseguir que el animal aprenda
a comportarse según unos patrones de conducta humanos, es decir, pensados,
meditados, sensatos: culturales. Y eso hace el niño: introduce al gato grande,
gordo y negro en lo mejor de la convivencia humana, ese trato hecho de palabra
afectuosa, respaldada con tiempo dedicado, trabajo eficaz y gozo compartido. Y
esta vida doméstica no es ajena a las normas, a los ritos, facilita la plenitud
sin garantizarla porque el éxito de la vida humana no puede estar garantizado:
si fuese necesario, no seríamos libres. Y, aunque libertad y felicidad no es lo
mismo, son importantes.
Zorbas ha recibido lo mejor que el hombre sabe dar. También
ha compartido sus sueños y anhelos: de viajar, de ver otros mundos, de ampliar
con su acción los límites. De ir más allá, siempre más.
Zorbas tiene una buena vida. Puede, por eso, estar
agradecido y ser generoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario