Historia de una gaviota... 06
3. Hamburgo a la vista
Antes de conocer a
Zorbas habíamos dejado a Kengah sola y perdida en el océano.
Ahora vamos descubriendo poco a poco que una mancha de petróleo la ha capturado, la ha embadurnado. Sólo con grandes esfuerzos logra limpiarse los ojos. Ve que está sola, que «sus compañeras de la bandada del Faro de la Arena Roja volarían ya lejos, muy lejos». La vida animal se rige por los instintos, por las leyes de la bandada y, por eso, si un individuo se queda atrás no cabe plantear ninguna variación en el camino: la ley de la bandada prohíbe presenciar la muerte de las compañeras.
Podía haber sido presa de un depredador, pero era la mancha
de petróleo. Por eso «Kengah maldijo a los humanos». Hay un cierto
planteamiento que considera natural que la gaviota se coma al arenque y el
águila se coma a la gaviota. Es la cadena trófica. Y que considera que, por el
contrario, la intervención del hombre en la naturaleza no es “natural”, es
dañina. Siempre perjudicial. Algunos llegan a sostener que incluso la
agricultura, que “fuerza” a producir a ciertas especies vegetales, es ya una
perversión humana de la naturaleza y, por eso, rechazable. Esta tesis ve, en el
fondo, al hombre como un ser “naturalmente” perjudicial para la naturaleza.
Este tipo de planteamientos podemos encontrarlo en ciertas posturas de corte
ecologista.
En ese punto, incluso al borde de la muerte, Kengah muestra mayor penetración: maldice a los humanos, es cierto, «pero no a todos. No debo ser injusta». Es verdad que la gaviota (todas las gaviotas, necesariamente) comen arenques (y eso no es bueno para los arenques) y que las águilas (todas, necesariamente) comen gaviotas (y eso no es bueno para las gaviotas). Pero es falso y, por tanto, injusto, meter a todos los humanos en el mismo saco.
Hay
humanos que destruyen, que son crueles, ruines y malvados. Y no son así por
necesidad; todo lo contrario: lo han elegido, han optado por ese comportamiento
pudiendo haber escogido lo contrario, como demuestra que hay gente buena,
cuidadosa y noble… y no necesariamente, sino porque lo han elegido. Por eso, el
hombre nocivo es peor que un depredador: porque ha elegido actuar así. Pero no
todos los hombres eligen eso (mientras que todos los depredadores actúan del
mismo modo).
El hombre es libre y,
por eso, puede elegir bien o mal, puede hacerse buena o mala persona. Por eso
no es justo juzgar (para alabar o condenar) a todos los hombres sino que hay
que centrar el juicio en las acciones: destruir, devastar, ensuciar, es malo y
quien hace eso merece condena (porque obra así, no porque es humano).
En cualquier caso, Kengah está atrapada y ve cercana su muerte. Lucha por limpiar las alas de petróleo, se esfuerza una y otra vez y «al quinto intento consiguió levantar el vuelo». Era una gaviota joven y fuerte y, por eso, logró volar a pesar de los inconvenientes. No obstante, comprendió que «sus fuerzas no le durarían demasiado». Y, en efecto, al divisar la emblemática iglesia de San Miguel, en Hamburgo, «sus alas se negaron a continuar el vuelo». Parece que ese es el fin ¿Habrá sido, después de todo, un esfuerzo inútil?
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