Bioy Casares: Ciencia, ficción, plenitud e inmortalidad
Manuel Ballester
Vivimos en un mundo fascinante, lleno de posibilidades y
riquezas sin explorar. Los logros de la inteligencia humana han cambiado
nuestro modo de entender y sacarle partido al cosmos que nos acoge. Intuimos,
además, que el mundo y la vida tienen mucho más que ofrecer o, lo que es lo
mismo, que el campo de las posibilidades es más amplio que el de lo que se ha
conseguido.
Hay una literatura que se inspira en los formidables avances
del saber actual. No sólo imaginando otros mundos, otros seres, otros tiempos y
espacios. La literatura fantástica ha explotado estas posibilidades. En ese
ámbito cabe distinguir la denominada literatura de ciencia-ficción, es decir,
la literatura que imagina desarrollos fascinantes, utopías y distopias, apoyándose
en los logros o los tanteos de la ciencia sin limitar sus efectos al mundo
físico, sino ampliándolos al cambio que el progreso científico provoca en
nuestra percepción del mundo humano, de nuestra intimidad y, por tanto, en
nuestra relación con los demás.
Adolfo Bioy Casares (1914-1999) irrumpe en el campo de la ficción científica y con La invención de Morel (1940) nos ofrece una fantasía razonada en el contexto de una isla. Urde la trama de un modo original, sin dejar cabos sueltos, provocando la perplejidad del lector pero resolviendo la intriga de modo que Borges (cuyo prologo acompaña a la obra) declara que «no me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta».
Hay un narrador o, para ser precisos, un redactor de un
informe que da cuenta de cómo transcurren los acontecimientos. El narrador nos
informa de que abandonó «esa
corte de los vicios llamada mundo civilizado» pero no por deseo de purificación
sino por algo mucho más perentorio: pesa sobre él una sentencia que lo condena
y tiene que huir, esconderse. Halla una isla en la que hay algunas
construcciones pero ningún habitante.
En la soledad construye sus hábitos, va descubriendo la
naturaleza de la isla y las posibilidades de esos edificios. Un buen día
aparecen unos “intrusos”, unas personas surgidas de no se sabe bien dónde y que
parecen llevar allí toda la vida. Se oculta, los observa, entra en sus vidas en
la distancia. A pesar de algún descuido, a pesar de algún intento de hacerse notar,
parecen no verlo o, más grave aún, parecen ignorarlo.
Demasiados acontecimientos que ni el lector ni el narrador
entienden. El informe elabora una serie de hipótesis que va sopesando. Veamos
alguna de ellas: puede ser que las condiciones particulares de la isla lo hayan
vuelto invisible «Objeción:
no soy invisible para los pájaros». Puede ser también que esté ingresado en un
manicomio… En fin, ensaya diversas explicaciones que seducen la inteligencia
del lector. Será uno de los intrusos, el mismo Morel, quien reúna a todos y
explique su “invento”; es una explicación científica, una solución que permite
entender todo.
Es,
como decimos, un desarrollo tecnológico, una fantasía científica. Ahora bien,
tal como señala Le Bon, «la ciencia nos ha prometido la verdad o, al
menos, el conocimiento de las relaciones que nuestra inteligencia puede captar. No nos ha prometido jamás ni la paz ni la
felicidad» pero
queremos la felicidad. Y el amor. Queremos una vida feliz, plena y para
siempre. Queremos vivir bien y siempre, eternamente. Pero la ciencia se ocupa
de objetos y relaciones entre objetos.
Bioy tiene el mérito
de incorporar al invento de Morel esos deseos humanos. Morel pretende haber
conseguido que la ciencia ponga a nuestro alcance la realización de nuestros
deseos más profundos. La inmortalidad, por ejemplo, se ha intentado hasta ahora
prolongando el vigor corpóreo; Morel explorará otra vía: «creo que perdemos la
inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus
perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo
el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la
conciencia».
La invención de Morel es, por tanto, una novela de fantasía sobre las posibilidades de la ciencia y la técnica o, más precisamente, sobre los inventos e intentos humanos de subir al Olimpo para robarle a los dioses el fuego y todos sus secretos: de gozo, de amor, de inmortalidad. Es, en suma, un relato bien trabado (“perfecto”, al decir de Borges) que constituye una auténtica novela metafísica.
Publicado en Aleteia, 04/05/2023:
https://es.aleteia.org/2023/05/04/bioy-casares-ciencia-ficcion-plenitud-e-inmortalidad/
No hay comentarios:
Publicar un comentario