Si Ortega tuviese razón,
y no sería la primera vez, ocurriría que la tarea del intelectual consistiría,
modestamente, en iluminar, instruir.
Quien adopta la
perspectiva política, siempre según Ortega, articula su tarea sobre una tara, una
deficiencia que le impide captar la más humilde de las verdades si no está en
el ángulo de visión “correcto” (políticamente correcto, diríamos hoy).
Y ya la cuadratura del
círculo: el intelectual que cifra su tarea en espolear al tarado. La instrucción al servicio de la confusión. Eso que, al
decir de Benda, es la felonía específicamente moderna, la trahison
des clercs.
Algo de esto le entiendo
a Ortega. Y ahí lo dejo. Por si interesa
«La obra intelectual aspira, con frecuencia en
vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el
contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda
es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede
elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral».
Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas.
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