Es normal pensar que
estamos en la verdad. Y pensarlo vehementemente, que para eso está la juventud:
para afirmar y vivir las cosas de un modo rotundo, absoluto. Y es que uno de
los sinónimos de juventud es “vehemencia”.
No es el único. También “inexperiencia”
es sinónimo. Porque la experiencia muestra que muchas veces nos equivocamos.
Nos equivocamos absolutamente, rotundamente. No siempre, pero a veces sí.
Por eso, está bien
tolerar las afirmaciones rotundas. Porque una sociedad sana está formada
también por gente fogosa. Pero quizá sea sensato que el tono de una sociedad no
lo den los más bisoños. Una sociedad ha de procurar que sea la gente madura,
que también la hay, quien marque el estilo y evite el radicalismo, la
imposición y otras formas de inmadurez.
Algo de eso le entiendo a
Ortega. Y ahí lo dejo, por si interesa:
«Es insensato poner la vida europea a una sola
carta, a un solo tipo de hombre, a una idéntica «situación». Evitar esto ha
sido el secreto acierto de Europa hasta el día, y la conciencia de este secreto
es la que, clara o balbuciente, ha movido siempre los labios del perenne
liberalismo europeo».
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