Si hubiese algo
excelente, destinado sólo a una minoría en razón de una elevada vocación que
adopta la forma de personalísima elección, no sería de extrañar que fuera patrimonio de unos
pocos. Una pequeña, minúscula, porción de la sociedad. Una élite, en otros
términos.
Si hubiese algo así e
intentara adaptarse a una sociedad de masas, no sería de extrañar que se exigiera
que la excelencia fuese patrimonio de todos. Nada de minorías ni exclusivismos.
Que se pidiera, en otras palabras, un elitismo para todos.
Y no iría por ahí Ortega,
si lo entiendo bien. Y ahí lo dejo, por si interesa:
«La filosofía no necesita
ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de
perfecta inutilidad, y con ello se liberta de toda supeditación al hombre
medio. Se sabe a sí misma, por esencia, problemática, y abraza alegre su libre
destino de Pájaro del Buen Dios, sin pedir a nadie que cuente con ella, ni
recomendarse, ni defenderse. Si a alguien, buenamente, le aprovecha para algo,
se regocija por simple simpatía humana; pero no vive de ese provecho ajeno, ni
lo premedita, ni lo espera. ¿Cómo va a pretender que nadie la tome en serio, si
ella comienza por dudar de su propia existencia, si no vive más que en la
medida en que se combata a sí misma, en que se desviva a si misma?»
Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas.
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