En algún sitio hay que
estar, es cierto.
Pero se puede estar
bregando por mejorar el ámbito en el que cada uno ejerce su acción o como un
gorrón.
Bregar supone, como es
sabido, esfuerzo y algún que otro choque. Es noble pero no es agradable.
El parásito, por el
contrario, goza de la ventaja de no andar lastrado por responsabilidades,
límites ni principios. Y así vive, y vive bien, de la sustancia vital de otros
que sufren su indolencia.
Y Ortega, si lo entiendo
bien, lo aplica a los gestores de la cosa pública. Ahí lo dejo. Por si
interesa:
«se ha apoderado de la
dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de la
civilización. No los de ésta o los de aquélla, sino —a lo que hoy puede juzgarse—
los de ninguna».
Ortega
y Gasset, La rebelión de las masas.
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