La vida se manifiesta de
mil modos distintos.
Y hay gentes que se
contentan y disfrutan con lo que la realidad pone delante. Que no es poco.
Pero también los hay que
sienten anhelos de totalidad; de infinito, incluso. Y, por eso, siempre andan
echando de menos lo que falta en cada concreción. Que no es poco.
Más o menos así ve Ortega a los románticos. Y ahí lo dejo. Por si interesa:
«Cuando un buen romántico
divisa un edificio, lo primero que sus ojos buscan es, sobre la acrótera o el
tejado, el «amarillo jaramago». Él anuncia que, en definitiva, todo es tierra,
que dondequiera la selva rebrota».
Ortega y Gasset, La rebelión de las masas
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